En el verano del 2014, para ser exactos un 29 de junio, decidí cambiar el curso de mi vida y ponerle fin a una historia que 5 años atrás parecía ser un cuento de hadas pero que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en una historia de terror, que no supe (o no quise) ver a tiempo.
Ahí, con los gritos del #NoEraPenal entre Holanda y Mexico, y un “Tenemos que Hablar” inicie el proceso para rediseñar mi futuro, elevé mis expectativas y le aumente renglones a mi lista de requisitos de mi hombre ideal.
Dicen que las mujeres, tras cada relación fallida, nos vamos haciendo mas frías. Yo creo que al contrario, nos vamos haciendo mas estratégicas y canalizamos mejor nuestra forma de amar. Ya no es lo mismo ese amor desbordante y puberto que sentías a los 16 por cualquier pelado con biceps marcados, que el que sientes a los 30.
Fascinantemente descubrí el mundo de la soltería treintañera y se veía muy distinto al que recordaba a los 20s.
No solo yo había cambiado. El mundo afuera había cambiado. No generalizo, pero si encontré mucha mas maldad o hartazgo en los hombres, porque ellos, que también tienen su corazoncito, ya tampoco entregaban todo como a los 20. Algunos ya en el club de los divorciados, ya no querían dar sin recibir algo antes a cambio. Ya preferían el ego instantáneo que les brindaba una chavita de 20 que podían llevar del antro al hotel que encontrar un amor de película.
También me tope con mas hombres infieles, mas casados buscando salir de la monotonía de sus aburridos matrimonios y la soltera de 29 casi 30 era su presa ideal.
Y todos le vamos añadiendo kilos al costal llamado “lista de requisitos“; así como los hombres cada ves exigen mas (trabajadora y que meta ingresos al proyecto de vida pero a la ves hogareña, que cocine y que cuide a los hijos, buena y flaca, pero que a la ves les siga el ritmo de fiesta, le entre a los tacos y pida pizza los domingos, inteligente pero mesurada al hablar, coqueta pero solo con ellos…¬¬) nosotras no nos quedamos atrás. Y yo, que de por si ya traía una larga lista, le adicione unos puntos mas y me prometí a mi misma no dejarme llevar hacia relaciones llenas de humo con hombres que no cumplieran en su mayoría con los requisitos de “la vacante”. Tal vez no tenia claro lo que quería, pero si tenia claro lo que ya no quería.
Entonces empezamos a trabajar nuevamente la lista. Si, que sea guapo, venga, pues uno que no está tan tirada al traste, pues queremos ver algo bonito al despertar; dos, en mi caso que sea alto, bueno ya ni eso, que no sea un tapón. Así ya de cuates pues de mi vuelo. Tres, ¡Que no sea un bueno para nada! Harta estaba de las prepotencias de juniors región 4 que al muy estilo Javi Noble, ¡pum! Tenían ideas millonarias que jamás concretaban, que le chingue en cosas reales, en pocas palabras. Fiel, sin vicios, detallista, trabajador, romántico, complaciente, que me entienda, que al conocer mi equipaje decida cargar con él por el resto del viaje, divertido, que me haga reír, brillante, capaz de entablar una conversación en una cena, simple, sin mamitis, que se lleve bien con Brownie, que comparta mi estilo de vida saludable, que le guste correr o mínimo que no sufra pararse todos los domingos a ir a echarme porras, que se rasure (odiamos las barbas #sorrynotsorry) limpio, con valores, con educación, sin enfemedades raras, cachondo, que me sepa cocinar, que no sea ni tan vanidoso que se vea al espejo mas veces que yo, pero ni tan dejado que sea un pie.
Y la lista seguía…. y seguía… y fue cuando comprendí que me debía preguntar, ¿qué estaba yo dispuesta a dar? Sabemos que para que la oferta de una vacante tenga mucha demanda y poder contratar al mejor candidato, el empleo debe ser bueno, una gran empresa, un sueldo competitivo, un ambiente de trabajo en armonía. ¿Estaba yo dispuesta a ser esa empresa? ¡Hell yes! ¿Dejaría a un lado mis complejos, mis miedos, mis caprichos y me convertiría en la novia ideal? ¡Siii! – O por lo menos, lo intentaría-.
Los que me conocen, saben que pocos meses después de esos días de reflexión, justo cuando estaba a punto de tirar la toalla en la búsqueda de prospectos y que me encontraba sorprendida por la calidad del mercado, llego él. Al que yo le llamo mi “checklist casi (caaaasi) al 100”. No cabe duda que los tiempos de Dios son perfectos y llegó cuando tenía que llegar. Un veintitantos de septiembre lo conocí, para que justo un par de meses después, se convirtiera en el novio que tanto había dibujado, al fin tenia nombre y apellido el hombre del que tanto platicaba en mis sueños. Y si, justo pasado mañana 1ero de julio, cumplo 18 meses de vivir ese sueño hecho realidad. No ha sido fácil, nada lo es. Para mantener al empleado contento, la empresa debe estar al nivel. Eso lo aprendí con los años.
Creo que ahora los dos, estamos ofreciendo a la relación, lo que tanto aprendimos en el camino. Suena a cliché, pero valió la pena la espera, valieron la pena los golpes y hasta el #NoEraPenal, gracias a todo eso aprendi quién soy, qué quiero y sobre todo qué merezco.