A partir del kilómetro 15 me encontraba en terrenos desconocidos, jamás habÃa corrido mas allá de esa distancia en los entrenamientos y mis piernas empezaban a darse cuenta de ello, enviándole señales de cansancio a mi cerebro que yo, obvio, trataba de ignorar. Jelly Beans, Geles, hacer uso de mi “Power Song” del app de Nike+: era el momento de demostrar si podÃa o no. (Obvio tenÃa que poder).
Fue entonces cuando me cayó el veinte. “Estoy corriendo medio maratón“. ¡Wow! ¿Yo? La que en 27 años jamás habÃa sido buena para ningún deporte. La que inventaba pretextos en la enfermerÃa para conseguir ausentarse de las clases de educación fÃsica en el colegio, la torpe que si intentaba hacer cualquier actividad fÃsica salÃa lesionada.
Estoy corriendo medio maratón y aunque empiezo a sentir cansancio fÃsico, la energÃa mental me hace fuerte y es que en realidad si, ¡soy fuerte! He fortalecido mis pulmones, mi corazón, mis músculos. He transformado a aquella mujer “llenita” y floja en una deportista, o como le llaman los de este mundo, en una runner. Â
Conforme va avanzando el cronómetro y vas acumulando kilómetros, miles de pensamientos empiezan a recorrer tu cerebro y a su vez, las terminales nerviosas. Pasas de la emoción al entusiasmo, del entusiasmo a la expectativa y en mi caso, a una cronologÃa histórica y en retrospectiva de todos los sucesos que me llevaron a tomar la decisión de querer cambiar.
Creo que fue en dic del 2011, que mi novio y yo decidimos pasar año nuevo en Acapulco en el Hotel Boca Chica y cómodamente desparramada en mi camastro bajo el sol, vi pasar a lo que hoy le llamo una “skinny bitch” y la odie. Como usualmente odiaba a las mujeres delgadas y guapas.  Yo muy cómoda, con mi piña colada en la mano y mis lentes de sol, empece revisar mi cuerpo, a compararme con la mujer esa en cuestión, me vi detalladamente hasta que sentà la necesidad de levantarme para ir a la habitación a verme en el espejo… ¡era yo inmensa! Claro que lo sabÃa pero me dejaba engañar. Frases como “es que soy de huesos anchos” o “mi complexión jamás me permitirÃa ser talla 3” o la magistral: “No seré flaca pero soy bonita e inteligente” eran mi burbuja protectora. HabÃa aprendido muchos trucos de moda y sabÃa esconder las curvas entre ropa holgada, pero ahà en traje de baño, la realidad era un caos. ¿En que momento habÃa dejado que eso sucediera? Yo misma sabÃa la respuesta: en los miles de fines de semana con mi novio en casa viendo pelÃculas del apple.tv con una pizza “hot cheese” de Pizza Hut, acompañada de una michelada con clamato. De las cenas sociales en los restaurantes mas fancy de la Ciudad de México donde le entraba con ganas a los antojitos, de las paradas después del antro en los tacos, de los desayunos en Ihop, de las vacaciones en hoteles “All Inclusive” donde lo único que haces es comer y comer, de los frapuccinos en Starbucks, de las donas de Krispy Kreme en el trabajo, de la barbacoa los domingos, de pasar 8 horas diarias sentada en la oficina y sufrir todos los dÃas para ir al gimnasio, de hacer dietas y dejarlas, de vivir en los famosos “rebotes” post-dieta, era una realidad: mi alimentación era pésima y mis hábitos sedentarios no ayudaban.
En esas vacaciones decidà que nunca mas pasarÃa un viaje a la playa escondida tras el pareo, decidà que era buen momento de hacer un cambio radical, me harte, me canse de ser la “gordita” (de cariño) pero en realidad era GORDA, tenÃa un sobrepeso que me marcaba todas las mañas al despertar y me etiquetaba como una estadÃstica más de los Ãndices de obesidad en México. Llevaba años en la lucha contra la báscula pero peleando en dirección equivocada. Fantaseando con bajar como por arte de magia. Otorgándole el beneficio de la duda a los productos “milagro” o creyendo que con comer 2 semanas lechuga y agua iba a lograr el resultado deseado (error!).
Recuerdo bien que regresamos a México el 5 de enero, y puse en marcha mi búsqueda del cambio. Dar con el camino correcto no fue fácil, pero mientras corrÃa ya el KM 18 de mi medio maratón, era evidente que habÃa logrado lo que tanto decÃan las revistas de “lifestyle” que a veces leÃa y sonaban a cliché: “habÃa cambiado mi estilo de vida” de raÃz.
Cruzar el túnel de C.U. mientras todos los demás runners gritaban y aplaudÃan de emoción me hizo sentirme aun mas orgullosa de mi logro, no era el medio maratón, no era la condición fÃsica, era el nuevo yo que celebraba un cambio radical. Era un medio maratón que representaba una carrera mucho más larga que 21K, era un largo camino de casi 2 años que habÃa ya recorrido y que actualmente se que no he terminado y sinceramente creo que jamás lo terminaré, porque no tiene final, continúo en la pista y vamos a seguir, porque ahora al fin comprendà que “no es una dieta, es un nuevo estilo de vida“
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